miércoles, 30 de diciembre de 2009

La escritura NO es una profesión

Se considera que la escritura es una profesión y yo no creo que lo sea. Para mí, quien no necesita ser escritor, quien considere que puede hacer alguna otra cosa, debe hacer otra cosa. La escritura no es una profesión sino una vocación para la infelicidad. No creo que un artista pueda alguna vez ser feliz.

Georges Simenon




viernes, 25 de diciembre de 2009

La navidad y los libros

J. no tuvo mejor idea que decidir que sí iba a hacerle algún regalo a su familia el mismo 24 de diciembre. Si no recomiendo nunca un shopping, mucho menos en esa fecha. Al menos la decisión era regalar sólo libros, así que encaramos hacia la librería. Ya sé que Navidad es la fiesta del consumo por excelencia, que muchos le compran cualquier cosa a alguien que detestan porque no quieren quedar mal, etcétera. Pero de todas formas, ver la cola larguísima para pagar en la librería, aunque me hiciera mirar el reloj cada cinco minutos, me resultó más que estimulante. Debo estar entrando en el 2010 con mucho optimismo, porque no paro de encontrar señales de que al menos cierto interés la gente sigue sintiendo por los libros. Y no, aunque no lo crean, no todos iban detrás del último bestseller o de la biografía de algún famoso.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Los distintos tipos de concursos literarios:

Todos participamos, desde los nóveles a los consagrados. Sabemos que no son todos iguales, ni nos importan todos por igual. Acá va una aproximación a una lista definitoria:
  1. El prestigioso: puede dar algo de plata (aunque en general no mucha), pero uno lo elige porque da prestigio. El jurado suele ser bueno o al menos serio, uno leyó los que ganaron antes y parecen tener idea de lo que hacen, y por sobre todas las cosas, nos da la fantasía de que con la rúbrica de “Premio X 20...” el libro no se va perder en los estantes de las librerías.
  2. Boleto de lotería o el Gordo de Navidad: básicamente el opuesto al anterior, da plata, mucha plata. A uno ni le importa si el jurado es analfabeto, manda con la misma mentalidad con la que compra un boleto de lotería: por ahí me salvo... Ganarlo resulta tan sorpresivo como ver que salen todos los números del billetito.
  3. El “por favor, por favor, por favor”: ese es al que uno manda cuando viene con la identidad baja. En otro momento no gastaríamos la tinta y el papel, pero necesitamos desesperadamente un poco de aprobación... No salir ni de finalista es un pasaje directo a un cuadro depresivo, acompañado del mantra: “dejo la literatura, dejo la literatura....”

martes, 22 de diciembre de 2009

Cuando te coman las ganas de publicar...

Recuerda que siempre hay buitres dando vuelta y no hay que pecar de ingenuo. O en palabras de Martín Fierro: “al que nace barrigón...”.


Condenado por estafar 3.437 euros a una escritora novel con su primera obra

Ahora, digo yo, si el nombre de la editorial era "Jamais", algo debería haber despertado sospecha, ¿no?

lunes, 21 de diciembre de 2009

La noche de las librerías

Cuando llegue a la calle Corrientes y finalmente pude entrar en la parte que era peatonal, entre los bocinazos y los gritos de los conductores, lo primero que pensé fue: ¿para esto cerraron Corrientes? Es cierto que había estado el temporal, es cierto que había cierta llovizna en ese instante, pero la verdad que la imagen era triste, como una marcha a la que no fue nadie. El panorama cambió cuando entré en la primera librería: la gente estaba donde tenía que estar, con los libros. A mí, aunque el gentío suele desesperarme y me hace huir despavorida, me sigue conmoviendo ver que la gente acude en masa cuando hay ofertas culturales interesantes. Ya sé lo que me contestarían los cínicos de siempre: ¿cuánta de esa gente lee el libro que compra?, ¿cuánto de los libros que se compran son “buenos” o “literatura”?, ¿dónde está esa gente el resto del año? Sí, la gente lee poco y tiene esa mala costumbre de leer cosas que para muchos de nosotros no son “buenas”, chocolate por la noticia. Pero me parece que hay que ir más allá de nuestra necesidad de que el resto del mundo se comporte como uno quisiera. Me parece que ya el hecho de ir, el hecho de gastar su dinero en libros, incluso si es por mero snobismo, es algo. Parecerá tonto, pero al menos que leer siga siendo considerado un valor del cual estar orgulloso, incluso si es un poco hipócrita porque de cada diez libros comprados se leyeron dos, es para alegrarse. No recuerdo a quién le escuché decir eso de que antes se vendían libros por metro para decorar, porque daba estatus tener una biblioteca aunque no se leyera ni el diario, ¿ahora quién gasta el valiosísimo espacio de pared en eso? No digo que volvamos a un culto hipócrita del libro, pero yo soy de la opinión de que una persona que lee, aunque me parezca una reverenda porquería lo que lee, es para alegrarse. Si el hábito o al menos cierta costumbre de leer está, se puede ir cambiando los “gustos literarios”, se puede pasar del eterno bestseller del verano a algún clásico, a ir más allá de lo que está de moda.

No voy a decir tampoco que la Noche de las Librerías fue la panacea. Había ofertas, sí, y me volví a casa muy contenta con mi botín, pero la verdad que son las ofertas que uno siempre encuentra en Corrientes. Sería muy interesante si las grandes editoriales, por ejemplo, ofrecieran algún descuento especial esa noche, aunque más no sea el 10%. Claro, que fuera un descuento real, no como el de la Feria del Libro que suele ser, aumento un 20% y sobre eso te hago el descuento.

También es cierto que le falta publicidad al evento, casi como si al gobierno de la ciudad le diera vergüenza marcar que a veces, casi de compromiso, se acuerda de la cultura.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Este blog en la comodidad de su mail

Hablando con una amiga, ella se quejaba de que actualizo poco el blog, y que tiene que entrar y es una decepción cuando no hay nada. Su sugerencia era que mandara mail cuando actualizo. Ahí entendí que evidentemente a los botoncitos de la izquierda nadie le presta atención. Así que este post es para aquell@s despistad@s que creen que debería mandarles mails cuando actualizo: señoras y señores esa opción ya está. Si gustan mirar a su izquierda verán que tienen dos opciones: suscribirse por mail o usar el servicio de feeds, ustedes eligen. Los usuarios de facebook también tienen la opción de seguir este blog (en el recuadro azul, donde dice "follow") y los bloggers también pueden ser seguidores y ver la actualización de este blog en su escritorio (a ustedes, ya lo sé, no necesito explicarles nada).

PD: si usted justo intentó suscribirse cuando, por quejas varias, yo intentaba que el formulario aparezca en español y primero lo borré y después aparecía en francés, permítame decirle 1) Usted tiene mucha mala suerte, vaya a una bruja 2) Agradezca que al lado de "español" estaba "francés" y no "japonés" 3) Mis más sinceras disculpas.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Los escritores y la ética: esos caníbales de la realidad

El otro día estaba en una reunión familiar, y me comentaron la nueva tragedia de una parienta lejana; tan lejana que no se siente como pariente. La pobre tiene una de esas vidas que a uno le hacen pensar que el destino se ensaña con alguna gente. Lo curioso es que ella es alegre y tira para adelante, si no te cuentan su historia, creerías que no tiene ninguna preocupación. Yo, con la mitad de las cosas que a ella le tocaron, habría tirado la toalla hace rato. Es lógico, entonces, que me resultara triste escuchar la nueva tragedia en curso y sin embargo, mientras escuchaba, poco a poco fui haciéndome una imagen de lo que me contaban e iba armando una historia. La buena mujer se me volvía un personaje y yo iba pensando cómo contaría lo que le pasaba.
Me acordé, inevitablemente, de un párrafo del ensayo de Aubrey Menen “The myth of English Literature”, en el que, después de definir a los escritores como falsos, traicioneros, borrachos, hipócritas, pusilánimes y demás virtudes, dice de él mismo, también escritor:

"Admito que si me invitaras a almorzar, te resultaría un tipo realmente agradable. Pero sólo porque no estaría trabajando. Si me llegara a interesar tu personalidad para alguna historia, me comería tu almuerzo y a vos también".

Y no pude evitar pensar en que es cierto, todos los que contamos historias somos caníbales. Pero a diferencia de Menen (no confundir con Menem, por favor), no creo que eso sea necesariamente malo. Aunque me generó cierto horror descubrir que de la compasión pasaba de manera automática a apropiarme de la historia, y eso que no pienso realmente hacer un cuento ni nada (sí, me da pudor, aunque ustedes no lo crean), aunque me sorprendió hasta qué punto transformar a alguien en personaje es para mí un mecanismo reflejo, después de pensarlo un poco, decidí que eso no habla de una deformación “profesional” que tenemos lo que escribimos y que nos hace menos sensibles a las penurias ajenas, sino más bien todo lo contrario. Yo creo que necesito convertir a mi parienta en personaje, no para alejarme, sino para estar precisamente más cerca. Para convertirla en personaje tengo que sentir lo que siente, imaginarme las situaciones desde su piel, y ahí, yo creo, voy mucho más allá de la mera compasión.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Cuando sean las siete en Nueva York

Un cuento mío publicado en la bonita revista chilena Litterae (no, no depende de la casa de correctores dirigida por la Dra. Zorrilla), y yo me enteré de casualidad.
Paseen y lean!
http://www2.udec.cl/~litterae/lubio.html

PD: sí, pusieron mi apellido mal, pero me suele ocurrir...

martes, 24 de noviembre de 2009

Una mina como vos

Un cuento mío en No-retornable. Además el número está muy bueno, un dossier sobre literatura e internet, una entrevista a Romina Doval que lee un fragmento de su nueva novela Desencanto y otras mil cosas interesantes. El link de la revista lo tienen la parte de enlaces, y el directo para ir a mi cuento, acá
http://www.no-retornable.com.ar/v4/contate_algo/galettini.html

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Un cuento mío en Poe +

Por el momento, al menos, como adelanto en el blog de la revista. Aclaro: se llama "El llamado", y no "La llamada", para que no me hagan ningún juicio los de la película...
Pueden verlo en
http://revistadigitalpoeymas.blogspot.com/2009/10/adelantos-para-el-numero-tres-de-poe.html

viernes, 2 de octubre de 2009

Novela en búsqueda de editor...


DOS

 

Entra con la caja de chocolates y se queda un instante en el rellano de la puerta, mirando hacia el grupo, que está de nuevo sentado en los sillones. La mujer de pelo ondulado recién está entrando: seguramente acaba de salir a fumar. Se la nota con frío. Le gusta cómo está vestida, esa elegancia innata que tienen algunas mujeres, aunque ella no se pondría tanto maquillaje. Según escuchó es productora de teatro o esposa de un productor, no está segura. La ve sentarse al lado de la rubia de las operaciones, el único espacio libre. Pobre, piensa. Abre la caja en la mesa grande, y ya con los chocolates a la vista se acerca. Un bombón seguro que ayuda a soportar a la Rubia Operada.
No sé bien, pero es como que las cataratas te limpian, ¿viste? —dice la mujer de pelo ondulado—. Estás parada ahí y te limpian. Por eso me gustó la idea de venir acá. No es sólo encerrarse a escribir, es también conectarse con la naturaleza. Yo de escribir, cero, aunque vos sabés que leer me encanta.
¿Un chocolate? —dice ella.
Ay sí, pero uno solo, no me dejes comer más —dice la Rubia Operada—. Vos tenés que ver lo que lee esta mujer y señala a la de pelo ondulado, que baja la vista con humildad­—. No hay libro que le dure. Y las anécdotas que cuenta. —Otra vez el tintineo de las pulseras—. No sabés, es como que estás ahí, viviéndolas vos. Contale eso que me contaste a mí, la excursión.
La mujer de pelo ondulado la mira a ella, como esperando una confirmación. Es la esposa de un productor de teatro, ahora se acuerda. Ana sigue pasando la caja de chocolates, a su madre, a la viejita, que está más cerca.
Fue así —dice la Esposa del Productor, y le cuenta, con lujo de detalles cada uno de los preparativos para su viaje a Cataratas, y cómo, cuando todo estaba listo llamó de la nada el gerente del hotel; porque sí, no llamó cualquiera, sino el gerente: problemas con las reservas.
Imaginate —le dice la Esposa del Productor, mientras con las dos manos se recoge la enorme mata de pelo ondulado, y Ana pone su mejor cara de estar imaginando—. Me puse como loca, a esa altura ya no íbamos a conseguir lugar en otro lado.
Se resigna y deja la caja de chocolates en el medio de la mesa ratona, que cada uno se lleve el suyo. La Rubia Operada parece haberse aburrido de la historia de su amiga y habla con la viejita, que la escucha con su plácida sonrisa. Realmente parece haberse escapado de algún cuento de hadas. Ana se da cuenta de que no le queda más remedio que escuchar hasta el final el relato de la Esposa del Productor. Se sienta.
Encantados, claro —dice la Esposa del Productor—. Nada menos que la suite presidencial, imaginate.
Ella también está encantada, porque ahí tiene que terminar la cosa, pero no, parece que recién empieza: el viaje, el retraso del avión, la valija que no aparecía. Busca a Juan con la mirada, tal vez él la puede rescatar. Juan le habla con amabilidad al Gordo Barbudo. Dos buenos espíritus afines que han logrado encontrarse.
La Esposa del Productor le cuenta que en realidad todo había sido un plan cósmico (porque ella cree en esas cosas, y claro, ¿quién no va a creer en algo así? Hay que estar loco para no creerlo en una situación como ésa, cuando es evidente); un plan cósmico para que ella conociera primero las cataratas de noche, a la luz de la luna y, recién después de día. Porque la experiencia es única, de noche hay una magia, una fuerza que no puede existir de día. Seguro porque las fuerzas nocturnas son distintas: más misteriosas, más extrañas.
Vos me entendés —le dice, y por suerte está tan convencida de que la entiende que ella no tiene que hacer ningún esfuerzo.
¿De qué hablan? —dice su madre.
Se acercó de golpe y por un segundo Ana ve que todo va a volver a empezar: “Resulta que queríamos ir a Cataratas y...”
De lo mágico que es conocer primero un lugar de noche y lo diferente que es verlo de día —es la Rubia Operada, que vuelve a la conversación como si nunca se hubiera ido.
Le contaba a tu hija de cuando conocí las Cataratas del Iguazú
Ah —dice su madre—. A mí también me pasó algo así, acá mismo, con el lago —se queda callada y de golpe se le ilumina la cara—. ¿Por qué no lo hacemos?
¿Hacer qué? —pregunta Humberto, que viene por un chocolate.
Ir a conocer el lago —dice su madre.
Ay sí —dice la Rubia Operada.
¿Ahora? —dice Ana.
¿Por qué no? —responde su madre.
Juan se acerca.
Quieren ir al lago —le dice ella—. Ahora.
Pero si acaban de llegar, tienen tiempo de sobra.
No, no —dice su madre—. Esa es la gracia, verlo ahora, de noche, por primera vez. Después no es lo mismo. Es una experiencia excelente para escribir.
Estuvo lloviendo estos días —dice ella—, está todo embarrado.
A quién le importa un poco de barro, Anita. Si nos interesara quedarnos sentados siempre al lado del fuego, habríamos hecho el taller en Buenos Aires, ¿no?
Renata, no tenemos muchas linternas —dice Juan.
Con la luna que hay se ve perfecto. ¿Qué les parece? Una excursión antes de irnos a la cama: vemos el lago a la noche y después de día, y así lo usamos como ejercicio de escritura, marcar las diferencias. Es una excelente manera de ir entrando en clima...
La viejecita del cuento de hadas dice que sí con la cabeza con tanto entusiasmo que parece uno de esos perritos que ponen en los taxis. El Gordo Barbudo y Marisa no parecen muy felices con la idea.
Si querés los lleva Juan —dice Ana—. Y yo me quedo acá con los que prefieren quedarse.
No, no —dice su madre—, vos no entendés cómo funciona un taller. Tenemos que ir todos; si no, es un desastre.
Ana lo mira a Juan, que se encoge de hombros, resignado.
Voy a buscar las camperas —dice.
Ella junta los envoltorios de chocolate. “Ya empezamos bien”. Y los lleva a la cocina.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Un día sólo para vos

Trataba de no creerle a su hermano; Lucas siempre estaba metiéndole miedo. “Hay que ver si salís vivo de judo, como para disfrutar de tu fiestita de cumpleaños”, le había dicho esa vez, cuando volvían de la escuela. Su hermano iba a judo hacía más de un año. Él apenas si había empezado hacía unos meses.
—¿Por qué?, ¿qué me va a pasar? —terminó preguntando él, aunque sabía que lo mejor habría sido no decir nada.
Lucas se rió, y se lo quedó mirando como si no estuviera seguro de si contarle o no. Él se encogió de hombros.
—Seguro que son cuentos tuyos —dijo y siguió caminando.
—Cuando llegue tu cumpleaños vamos a ver si son cuentos o no.
Como él no le contestó nada, al final Lucas siguió:
—Cuando es el cumpleaños de alguno, lo tiran la cantidad de años que cumple. Y el último es el profesor, que siempre te hace volar por el aire.
De golpe vio a ese hombre grandote agarrándolo y haciéndolo casi tocar el techo al tirarlo. Y se vio cayendo todo despatarrado sobre el tatami, que para ser una gran colchoneta era bastante dura. ¿Dolería romperse el cuello, o era cosa de un segundo, como cuando uno partía una rama seca? No quiso que Lucas lo viese asustado.
—No les digo que es mi cumpleaños y listo —dijo.
—Mirá que sos tarado, eh —le contestó Lucas—. ¿No te acordás que a mamá le preguntaron la fecha cuando te anotaste?
Él se encogió de hombros, como diciendo que no le importaba, pero desde ese día tuvo miedo de que llegase su cumpleaños. Y aunque antes había estado tan contento porque le habían prometido una fiesta con mago y todo, como la que había tenido Lucas, ahora no quería ni pensar en lo poco que faltaba.
Al principio, trató de creer que todo había sido un invento de su hermano y que no hacían nada en judo cuando uno cumplía años. Pero la semana en que Lucas le había dicho lo que iba a pasar, fue el turno de otro chico y ahí él vio cómo era. Se paraban todas las actividades. El profesor anunciaba quién cumplía años y cuántos, y después todos los otros se ponían en fila, y a medida que tiraban al cumpleañero contaban en voz alta el número de caídas. El último lance lo hacía el profesor. Él vio cómo se acercaba despacio al chico, lo agarraba de las solapas y después de decirle algo en voz baja, lo tiraba. Era un lance que no conocía. El chico dio como una vuelta rara y cayó. Se levantó en seguida, mitad sonriente, mitad mareado, mientras el resto aplaudía. Aunque al chico apenas si lo había visto un par de veces, se le acercó para preguntarle qué le había dicho el profesor antes de tirarlo. Pero el otro sólo se sonrió y le dijo:
—Es un secreto. Cuando te toque vas a saber.
Como no supo qué contestarle, dijo que sí con la cabeza y fue a cambiarse. En la puerta del vestuario su hermano lo agarró del brazo:
—Éste tuvo suerte y se salvó —le dijo, al oído—. Pero porque él sabe caer bien, en cambio vos...
Él se soltó dando un tirón y entró al vestuario. ¿Y qué quería Lucas? Su hermano hacía mucho que iba, pero él apenas si estaba empezando y además, a él no le gustaba el judo. Hubiera preferido hacer cualquier otro deporte. Por eso tampoco le importaba mucho si le ganaban o no una lucha. Los otros chicos eran más grandes también, así que de última... Lucas igual siempre le decía que tenía suerte de que no fuese una clase mixta porque si no seguro que las nenas también le ganaban.
Cuando sólo faltaba una semana para su cumpleaños, las cosas se pusieron peor. No podía ni oír hablar de su fiesta que ya le agarraba un nudo en el estómago. No comió mucho esa semana, y su mamá se dio cuenta.
—Pero ¿qué te pasa? —le preguntó el domingo— ¿Te sentís mal? —él dijo que no con la cabeza— ¿No estas contento con la fiesta? Va ser como vos querías, igual a la que tuvo Lucas el año pasado; el mismo mago y todo. Va a ser un día sólo para vos, ¿por qué no estas contento?
Se quedó callado. Habría dado cualquier cosa por que su mamá dejase de hablar del cumpleaños.
—Dejalo —dijo su papá, que había escuchado todo detrás del diario que estaba leyendo—. Debe estar ansioso nomás. Ya se le va a pasar.
Por suerte su mamá no volvió a insistir. Al día siguiente Lucas se enfermó y todos estaban muy ocupados como para darse cuenta de que él casi no comía. De la fiesta no se volvió a hablar, excepto para decir que ojalá su hermano ya estuviese bien ese jueves. Para él fue un alivio. Era la primera vez que se alegraba de que Lucas se pusiese tan insoportable cuando se enfermaba. Era una angina lo que tenía, nomás, pero parecía que se iba a morir por cómo se portaba. Todos le seguían el juego y corrían de acá para allá. Pero con tal de que no hablasen de su cumpleaños, él estaba contento.
Enfermo y todo, Lucas no dejó de recordarle lo que iba a pasar en judo. El miércoles a la tarde estaban mirando televisión y pasaron uno de esos flash informativos sobre un tipo que no podía ni mover las piernas ni los brazos por un accidente, y que había dado mucha plata para la investigación de nuevas operaciones.
—Así vas a quedar vos —le dijo Lucas—. Si el profe no te mata, claro.
De golpe se imaginó como el hombre de la tele, tomando agua por una pajita que le sostenían y babeándose todo. Hasta ese momento no se le había ocurrido que había algo intermedio entre salvarse y morirse.
—Aunque por ahí tenés suerte —seguía Lucas—, y te deja paralítico nomás.
Después llegó su mamá con la bandeja de la leche y Lucas no volvió a hacer ningún comentario. Él igual no se pudo sacar la imagen de la cabeza y cuando su mamá les apagó la luz a la noche, tuvo miedo de cerrar los ojos, porque lo único que veía era al tipo de la tele. En algún momento debió quedarse dormido, y cuando se despertó a la mañana siguiente lo primero que pensó fue: “es hoy”. Y en seguida sintió el nudo en la panza. Al rato apareció su mamá con la bandeja del desayuno para él y para Lucas. Después vinieron los regalos: un buzo, el CD que él quería y un muñeco del anime que le gustaba.
—El muñeco te lo eligió tu hermano —le dijo su mamá.
Lucas se encogió de hombros.
—Como se la pasa hablando de ese dibujito idiota...
Le hubiera gustado contestarle que si le parecía tan idiota por qué siempre se sentaba a mirarlo, pero no era cuestión de pelearse en ese momento. Después, por suerte, dejaron de darle importancia a eso del cumpleaños, porque Lucas volvía al colegio después de tres días de quedarse en casa. Su mamá le tomaba la temperatura cada dos minutos y repetía, mientras lo abrigaba, que se cuidase en la escuela.

Ya en el colegio, trató de concentrarse, pero no pudo. La imagen del tipo de la tele se le mezclaba con las cuentas y los afluentes del río Bermejo. Cuando tocaba el timbre, salía corriendo al patio, y seguía corriendo hasta que la maestra los llamaba para que entrasen. Era lindo correr y sentir el viento frío en la cara.
En la vuelta a casa, Lucas tampoco lo dejó tranquilo.
—Disfrutá las ultimas horas de vida —le decía— porque después...
Él no contestaba, así por ahí conseguía que se callase.
—Bueno, a lo mejor te salvás. Si te concentrás bien y tratás de no caer tan mal como siempre, por ahí nomás te quebrás las piernas.
Él se encogió de hombros:
—Cuando vos te rompiste el brazo tuviste el yeso un mes, nomás —le dijo.
—Sos tarado, eh. Cuando te quebrás las piernas así, de una caída como la que vas a tener, no alcanza con yeso. Seguro que te tienen que operar. Y después no vas a volver a caminar como antes; lo más probable es que te queden las piernas chuecas y ya no puedas correr.
Se miró las piernas. Y él que estaba tan orgulloso de ser el que corría más rápido del grado... Ese día le había ganado a todos en las carreras. Si no podía correr, mejor quedar en sillas de ruedas y listo.
—Igual no te preocupes —le dijo Lucas poniéndole la mano en el hombro—. Seguro que vas a caer tan mal que te mata al toque...
Él le sacó con bronca la mano del hombro y no habló el resto del camino.
Durante el almuerzo no pudo comer nada, faltaban dos horas y media para que se fuesen a judo, y no había manera de zafar. Si decía algo Lucas se iba a dar cuenta de que tenía miedo, y de todas formas su mamá no lo iba a dejar quedarse. Por eso se alegró cuando ella dijo que Lucas no podía hacer esfuerzo todavía, así que a judo no iba a ir; y a pesar de que su hermano protestó, no hubo nada qué hacer. Él pensó, entonces, que también se iba a quedar en casa.
—Pero si yo no voy, ¿quién lo lleva a éste? —dijo Lucas.
—Bueno, de última que él tampoco vaya —dijo su mamá y en ese momento tuvo ganas de ir y darle un beso enorme.
—Pero no —dijo Lucas—, cómo no va a ir, si en judo siempre festejan los cumpleaños. Y es a la esquina que tiene que ir nomás —y lo miró a él, sonriendo. Su mamá también lo miró.
—Ya estás tan grande —le dijo y lo abrazó—. Está bien, así de paso puedo terminar tranquila. Con lo ansioso que es seguro que me va a estar encima todo el tiempo. Andá, pero no des vueltas, eh. Andate directo al gimnasio.
Él dijo que sí con la cabeza. Ya no había nada que hacer. Se puso el piloto, agarró un paraguas y después de escuchar todas las recomendaciones de su mamá, salió. En dos minutos llegó al gimnasio y se cambió. Cuando pisó el tatami el corazón le latía con más fuerza, aunque sabía que no iba a pasar en ese momento. La otra vez el “festejo” había sido casi sobre el final de la clase. Igual, cuando terminaron con el calentamiento, el profesor dijo: “Bueno, y ahora...” e hizo una pausa. Él sintió que el corazón le latía muy, muy fuerte y tuvo unas ganas terribles de vomitar. Pero era apenas que iban a aprender un lance nuevo. Y aunque no le salió bien ni una sola vez, el profesor no le dijo nada. Seguro que le tenía consideración por lo que iba a venir después.
Se formaron para hacer el saludo al final de la clase. ¿Tan rápido había pasado? Algo confundido siguió a los otros cuando rompieron la fila para irse al vestuario. Entonces escuchó la voz del profesor que lo llamaba. El hombre le sonreía. No era raro: cuando había avisado el cumpleaños del otro chico también sonreía. Seguro que le gustaban esas cosas: tirar a los alumnos por el aire y ver si se salvaban o no. Respiró profundo y se acercó. No iba a dejar que se diera cuenta del miedo que tenía. Cuando estuvo a dos pasos, el profesor le puso la mano en el hombro y todavía sonriendo dijo:
—¿Qué pasó con tu hermano que hoy no vino?
Él se quedó esperando algo más. Contra la ventana golpeaban las gotas de lluvia. En el tatami no había nadie, todos los otros estaban en el vestuario. Ya no quedaba nada que esperar. Con bronca sacó la mano que se apoyaba en su hombro, se dio vuelta, y casi corriendo agarró sus cosas y se fue. En la puerta de su casa ya habían pegado el cartel del cumpleaños. De un tirón arrancó la parte que tenía su nombre y lo hizo un bollo. Después entró y sin contestarle a Lucas que le preguntó cómo le había ido, fue a prepararse para la fiesta.


Cuento publicado en el número de septiembre (2009) de la revista Literarte. Forma parte, con algunas modificaciones del libro Lo único importante en el mundo (editorial El fin de la noche)
http://revistaliterartedigital.blogspot.com/2009/09/azucena-galettini-buenos-aires.html

martes, 25 de agosto de 2009

Absurdo como Batman contra Superman: cuento versus novela


El otro día estaba en una charla que había organizado Eterna Cadencia con Samanta Schweblin, Mariana Enríquez y Sonia Budassi, y salió el tema de si las cuentistas sentían la presión de escribir una novela. Curiosamente, la primera en contestar fue la que podría ser denominada como “novelista” porque hasta ahora publicó dos novelas: Mariana Enríquez, que contó que en noviembre va a salir su libro de cuentos y que, en líneas generales, cuando comentaba que estaba por sacar su primer libro de cuentos la respuesta solía ser “¿pero te parece?, ¿después de haber publicado dos novelas, pasar a cuento?” Era algo así como irse a la B... Samanta Schweblin contó que los que ahora son sus agentes se negaban a leerla hasta que no tuviera una novela (por suerte se resignaron, la leyeron y le ofrecieron un contrato). Ya en las entrevistas cuando ganó el premio de Casa de las Américas por Pájaros en la boca, Schweblin contaba que muchos la trataban como una “promesa de novelista”, como alguien que en algún momento “se iba a tomar en serio eso de escribir y iba a publicar una novela”. Más allá del absurdo de que en un país de grandes cuentistas como es Argentina no se valore el género, yo creo que el tema no pasa por una cuestión de jerarquías en cuanto a la habilidad que requiere escribir una u otra cosa. La verdad es que no creo que sinceramente nadie piense que un novelista es “más escritor” que un cuentista, me parece que el tema pasa por una cuestión de mercado: se considera que la novela vende más, por lo tanto se busca que se generen más novelas. Y sí, imagino que la novela debe vender más (calculo que las librerías y las editoriales hacen números y no sacan conclusiones del tipo “esto vende más que aquello” preguntándole a chamanes), pero el tema pasa por creer que hay algo intrínseco en la novela que hace que se venda más, o mejor dicho, que hay algo intrínseco en el cuento que de por sí hace que se venda menos. Para mí es todo un terrible error de marketing, porque al fin de cuentas, en un mundo que tiende cada vez menos a la lectura de ficción y que vive cada vez más aceleradamente, el cuento es algo así como el género ideal. Las veces que discutí esto con otra gente que escribe, las conclusiones más interesantes apuntaban a que la novela ofrece un mundo cerrado en sí, que se arma de a poco y que uno puede interrumpir varias veces pero que es posible volver con poco esfuerzo, porque ya está construido el universo ficcional y volver es fácil. En el libro de cuentos, en cambio, cada cuento es un universo en sí, y hay que hacer el esfuerzo de armarse en poco tiempo y en poco espacio ese mundo, para después tener que volverlo a hacer con el siguiente y así. La hipótesis es interesante, pero olvida algunas cosas: por un lado que un buen libro de cuentos no es una colección de relatos dispares, sino que en sí construye un mismo universo, y hay cierta conexión interna que aunque uno no la pueda definir, la siente; si el escritor hizo bien su trabajo, entrar en el universo de cada cuento no es tan complicado como entender las primeras escenas de Memento (y a Memento le fue bien, ¿o no?). Por otro lado, esa hipótesis está muy pensada desde alguien que en el fondo es de leer mucho. A mí me encanta la novela porque aun cuando no se trate de una trama con intriga, hay algo que me impulsa a seguir leyendo o a volver a la lectura para saber cómo termina la historia, con el cuento (género que amo por otras cuestiones) eso se termina rápido; pero sé que esa manera de pensar sirve para alguien que vive con la nariz en un libro y que cuando empieza un libro lo termina (esto último no siempre es una virtud, créanme). ¿Pero cuánta gente tiene novelas que se compra, empieza y jamás lee? Ya sé, a las editoriales y a las librerías esas minucias no les importa, lo que les importa es que la gente COMPRE el libro, si después lo puede recitar de memoria o nunca lo abre queda entre el comprador y su consciencia... Pero cuando digo que todo es un error de marketing es que precisamente las editoriales (grandes, las chicas creo que tienen la inteligencia suficiente para ver el enorme vacío que las grandes les dejan y hacia allí apuntan) y las librerías no se dan cuenta lo MUCHO que podrían vender si empezaran a ponerle un par de fichas al cuento. Al ser un género más corto, el cuento se adapta perfectamente al viaje en colectivo, subte o tren, al tiempo de la sala de espera de cualquier consultorio, a la cola interminable del supermercado, ayuda con la paciencia mientras se espera a ese eterno/a amigo/a impuntual (hmmm creo que tengo que empezar a regalarles más libros de cuentos a mis amigos). En fin, las posibilidades son infinitas. Lo mejor es que para alguien que no es de leer mucho tiene dos ventajas: en poco tiempo le puede dar la satisfacción de algo “cumplido”, es decir, la novela necesita que uno la termine para sentir ese orgullo de “terminé”, un libro de cuentos da entre unas 7 y 20 de esas sensaciones y además demuestra que no hace ni siquiera falta sacrificar ese valiosísimo tiempo frente a la pantalla de la televisión o del monitor para poder leer un poco, basta con aprovechar los tiempos muertos de la vida cotidiana.
Para levantarles el ánimo a mis colegas cuentistas, publico aquí las entrevistas de Cuento mi libro sobre dos libros de cuentos recién publicados, oh sorpresa, por una editorial grande (es decir, a no quedarse sólo con las estadísticas): Pájaros en la boca, de Samanta Schweblin y Hay ciertas cosas que una no puede hacer descalza, de Margarita García Robayo. Abajo, si quieren seguir leyendo del tema, hay un enlace con una nota que salió en Página 12 sobre una nueva colección de cuentos que está sacando la Universidad Nacional de la Plata. Como ven, no está muerto quien pelea y según mis fuentes (todos chamanes muy prestigiosos) el siglo XXI le pertenece al cuento... (al cuento o al analfabetismo, los signos no eran muy claros... así que apostémosle al cuento)





http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-13334-2009-03-28.html

jueves, 13 de agosto de 2009

Decálogo más uno, para escritores principiantes (del maestro Onetti)

I. No busquen ser originales. El ser distinto es inevitable cuando uno no se preocupa de serlo.
II. No intenten deslumbrar al burgués. Ya no resulta. Éste sólo se asusta cuando le amenazan el bolsillo.
III. No traten de complicar al lector, ni buscar ni reclamar su ayuda.
IV. No escriban jamás pensando en la crítica, en los amigos o parientes, en la dulce novia o esposa. Ni siquiera en el lector hipotético.
V. No sacrifiquen la sinceridad literaria a nada. Ni a la política ni al triunfo. Escriban siempre para ese otro, silencioso e implacable, que llevamos dentro y no es posible engañar.
VI. No sigan modas, abjuren del maestro sagrado antes del tercer canto del gallo.
VII. No se limiten a leer los libros ya consagrados. Proust y Joyce fueron despreciados cuando asomaron la nariz, hoy son genios.
VIII. No olviden la frase, justamente famosa: 2 más dos son cuatro; pero ¿y si fueran 5?
IX. No desdeñen temas con extraña narrativa, cualquiera sea su origen. Roben si es necesario.
X. Mientan siempre.
XI. No olviden que Hemingway escribió: "Incluso di lecturas de los trozos ya listos de mi novela, que viene a ser lo más bajo en que un escritor puede caer."

miércoles, 12 de agosto de 2009

Presentación de libro

Presentación en Eterna Cadencia, viernes 14 de agosto, en Honduras 5582. Promete ser interesente

jueves, 6 de agosto de 2009

¡Los libros tienen cola! (o sobre booktrailers)

Poca gente disfruta de ir al cine y llegar temprano para ver los “avances” o, como normalmente se los llama “colas”, de las películas que se van a estrenar. Uno aprovecha para ir al baño, comprar algo para comer (en mi caso no pochoclo porque no aguanto el crunch crunch que se escucha en la sala durante toda la película) y si no queda más remedio, se pone a examinar (es decir, criticar mentalmente o en voz alta) a todo el resto que está ahí, preguntándose cuánto falta, o si convendría ir más adelante, más atrás o más al medio. Las colas igual venden, y mucho. No creo que nadie se haga el inocente y diga que nunca se ensartó con algún bodrio porque la cola estaba buenísima...(hmm da tanto para el doble sentido esa frase...). Bueno, las colas ahora llegan a los libros, y se las conoce por su nombre en inglés “booktrailer”. Traduzco la definición de Wikipedia: “Un booktrailer [o la “cola” o “avance” de un libro] es una publicidad en formato de video para un libro, que utiliza técnicas similares a las que se emplea en las colas [o trailers] de las películas. Circulan por televisión y por internet en los formatos de video más comunes.” Acá les pego el primer booktrailer que se proyectó de manera pública en una convención:



Es del 2003, o sea, que hace rato que este tipo de publicidad anda dando vueltas. Pero fiel a mi estilo “caída del catre”, yo recién me enteré hace unas semanas, ahí me puse a investigar un poco. Como ven, se parecen mucho a las colas de las películas. En algunos foros la gente se indignaba, que era otra manera de que lo audiovisual le ganara a la lectura, que se perdía la magia, que anticipaban mucho, etcétera. También les irritaba bastante ese medio de promoción que les parecía tan burdo. Yo no creo que se acabe el mundo, la verdad, y no me parece mal que se promocione la literatura con otros medios que las críticas en los diarios (igual esto amerita otra entrada sobre literatura y mercado, creo). Pero como todo, depende mucho de la calidad con la que se lo haga. Por ejemplo, sí me resulta molesto que me muestren al protagonista, porque entonces ya te generan una imagen puntual, y ¿no era que la gracia de la literatura es que te permite armarte tus propias imágenes? Queda claro que, igual, ese tipo de libros, con perdón de la buena de Christine Feehan, no se preocupan por la sutileza literaria. Ahora, el estilo varía. Por ejemplo, les pongo otro que también adscribe al género que yo llamo cariñosamente “yankee trash”



Acá al menos no se ven los personajes, se sugieren imágenes y demás pero sin definirlas mucho, y está presente la voz de la autora. Es decir, incluso en libros que no parecen destacarse por su sutileza se puede usar la cola sin coartar la libertad del lector de imaginar lo que se le cante (en honor a la verdad uno siempre se puede imaginar lo que se le cante, pero al menos no hay que hacer el esfuerzo de borrarse imágenes ya dadas).
Los estilos de booktrailer varían bastante. En algunos se enfoca al autor/a leyendo pedazos, desde distintos ángulos, supongo que para darle “dinamismo”. Sí, un embole. Ojo, no es como por ejemplo en “Cuento mi libro” (está en la lista de enlaces), porque ahí es otra cosa, es una entrevista al autor, te cuentan cosas y después leen un pedazo. Ahí el concepto es otro y a mi entender funciona bárbaro. En el caso de los booktrailers que son sólo el autor leyendo y por ahí haciendo algún comentario, me dan la sensación de que no son ni chicha ni limonada. Es más, me parecen tan aburridos que ni pienso pegar uno.
Si quieren ver una opción más nacional, sería la cola de “Ese verano”:



El concepto ahí es otro, no se busca explicar el argumento, ni nada por el estilo, es una selección de partes en off, e imágenes asociadas... A mí no me resulta muy sugerente la verdad, pero como concepto creo que lo prefiero a los anteriores. Y después, están los infaltables, lo que van al impacto, idea general, y aquí está el libro, como éste:



Claro, es fácil también, ¿no? Sangre y Stephen King, ya está, ¿qué más hace falta para vender?
Creo que los booktrailer llegaron para quedarse y pelearse con ellos es inútil (y eso que yo tengo predilección por resistirme a la tecnología), el secreto está en poner lo audiovisual al servicio de la literatura y no al revés.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Sinopsis del libro de cuentos

Un viejo que pudo escapar del horror Nazi y que, ante el hecho de que sus hijas le venden su casa, quiere emigrar nuevamente, esta vez a los Estados Unidos, para encontrarse con el amigo que lo ayudó a escapar. Una mujer que solo desearía poder volver a mirar a los ojos a su marido enfermo. Un niño que teme la llegada de su cumpleaños y el festejo en el dojo que podría significar su muerte. Una mujer mayor que querría que la dejen mirar la telenovela sin padecer las visitas de su vecina. Un adolescente que en pleno viaje de egresados descubre que no siempre el otro es ese otro que imaginábamos. Una joven que no puede dejar de pensar obsesivamente en su ex-novio y su nueva pareja, y que, gracias a una llamada telefónica, descubre que ella tampoco es tan fácil de olvidar. Una bibliotecaria que pierde sorpresivamente la memoria y que decide reinventarse. Uno y los otros, el conflictivo tema de la relaciones desde las diferentes perspectivas y experiencias de vida de los personajes, es de lo que se habla en los 19 cuentos de este libro.

¿Hobbie o pasión?

No hace mucho estaba en la presentación del libro El sueño Colbert, y el presentador le preguntó a Roni Bandini, el autor, si “eso de escribir” era un hobbie. J, que estaba al lado mío se rió por lo bajo y me dijo “Hiciste el mismo gesto que Roni” “¿Qué gesto?” dije yo. “Como si te hubieran pegado una trompada”. Y sí, la sensación era esa. Por ahí no una trompada, pero una cachetada seguro. La respuesta de Bandini fue algo así como “¿Cómo un hobbie? No, un hobbie nunca”. Supongo que al presentador le llamaba la atención que alguien especializado en sistemas informáticos publicara una novela... De todas formas, la idea me quedó rondando... A todos los que escribimos y todavía no nos ganamos la vida de esto (o sea, la inmensa mayoría), nos pasa un poco lo mismo, en determinado momento, ya sea una tía bien intencionada, un vecino al que uno tuvo la mala idea de contarle o un “amigo” recientemente recuperado gracias (¿gracias?) a facebook, nos dice: “¿Ah, así que escribís? ¡Qué bueno! Mi hobbie es...” (y ahí la respuesta puede ir de tejer en punto cruz a coleccionar revistas Playboy, dependiendo de quién conteste). Y no es que yo tenga nada en contra de los hobbies, todo lo contrario, me parece de lo más saludable tener uno, no sólo sirven para presentarse en las clases de idiomas, o a la hora de completar el perfil de usuario de algún foro o sitio de internet, sino que a veces evitan que alguien agarre una motosierra y despachurre a unos cuantos, o, si no le da el cuero para tanto, se tire por el balcón. Los hobbies están muy bien sí, pero decirle a alguien que se toma la escritura en serio que eso de escribir es un hobbie equivale, sépalo tía bien intencionada, vecino preguntón y amigo recuperado, a un insulto.
Supongo que una de las cosas que me llamó la atención el día de El sueño Colbert, es que uno a veces espera que la publicación ayude a cambiar eso, es decir que publicar ayude a establecer la imagen de “escritor profesional” si es que tal cosa existe. Evidentemente no. En el fondo no deja de ser democrático: noveles y publicados tenemos el mismo problema, para nosotros es una pasión (¿no me creen? Hagan una encuesta a ver cuánta gente estaría dispuesta a tener un segundo trabajo por el que no les paguen un peso ¡y les alegre la vida sólo pensar en hacerlo!), para los otros un mero hobbie. Así que ya saben: prohibido ponerme en los comentarios “¿Así que escribís? ¡Qué lindo que tengas un hobbie!”, y mucho menos decírmelo en persona. Se arriesgan a un zapatazo...

Agrego a posteriori, por si alguien se quedó con ganas de saber algo de El sueño Colbert, la entrevista en Cuento mi libro

domingo, 28 de junio de 2009

Nunca digas de esta agua no he de beber

Sí, durante un buen tiempo dije que "yo nunca iba a tener un blog", no por ningún prejuicio en particular, sino porque tenía la ligera sospecha de que el día que me abriera uno iba a dejar de escribir ficción. ¿Qué cambió? No mucho, reconozco que abro este blog con cierta desconfianza... Pero creo que es un buen medio para dar a conocer lo que hago y opinar un poco sobre literatura y escritura.