lunes, 14 de diciembre de 2009

Los escritores y la ética: esos caníbales de la realidad

El otro día estaba en una reunión familiar, y me comentaron la nueva tragedia de una parienta lejana; tan lejana que no se siente como pariente. La pobre tiene una de esas vidas que a uno le hacen pensar que el destino se ensaña con alguna gente. Lo curioso es que ella es alegre y tira para adelante, si no te cuentan su historia, creerías que no tiene ninguna preocupación. Yo, con la mitad de las cosas que a ella le tocaron, habría tirado la toalla hace rato. Es lógico, entonces, que me resultara triste escuchar la nueva tragedia en curso y sin embargo, mientras escuchaba, poco a poco fui haciéndome una imagen de lo que me contaban e iba armando una historia. La buena mujer se me volvía un personaje y yo iba pensando cómo contaría lo que le pasaba.
Me acordé, inevitablemente, de un párrafo del ensayo de Aubrey Menen “The myth of English Literature”, en el que, después de definir a los escritores como falsos, traicioneros, borrachos, hipócritas, pusilánimes y demás virtudes, dice de él mismo, también escritor:

"Admito que si me invitaras a almorzar, te resultaría un tipo realmente agradable. Pero sólo porque no estaría trabajando. Si me llegara a interesar tu personalidad para alguna historia, me comería tu almuerzo y a vos también".

Y no pude evitar pensar en que es cierto, todos los que contamos historias somos caníbales. Pero a diferencia de Menen (no confundir con Menem, por favor), no creo que eso sea necesariamente malo. Aunque me generó cierto horror descubrir que de la compasión pasaba de manera automática a apropiarme de la historia, y eso que no pienso realmente hacer un cuento ni nada (sí, me da pudor, aunque ustedes no lo crean), aunque me sorprendió hasta qué punto transformar a alguien en personaje es para mí un mecanismo reflejo, después de pensarlo un poco, decidí que eso no habla de una deformación “profesional” que tenemos lo que escribimos y que nos hace menos sensibles a las penurias ajenas, sino más bien todo lo contrario. Yo creo que necesito convertir a mi parienta en personaje, no para alejarme, sino para estar precisamente más cerca. Para convertirla en personaje tengo que sentir lo que siente, imaginarme las situaciones desde su piel, y ahí, yo creo, voy mucho más allá de la mera compasión.

2 comentarios:

Mariana Grande Cobián dijo...

Azucena: suele pasarme lo mismo, con la diferencia de que estoy muy acostumbrada al relato oral de mi mamá (las ventajas de tener una madre nacida en un pueblito español, por suerte, no me recitó el Cid nunca!). Entonces, me doy cuenta de que siempre termino contando las historias de los otros con distintos tonos e interpretando personajes.

Azug dijo...

Bueno, no te habrá recitado el Cid, pero evidentemente algo debe haber influido a la hora de elegir tu especialidad... ¿Así que interpretás personajes cuando contás una historia? Nunca tuve el placer de verte en personaje. Creo que la próxima vez que te vea (antes que pasen otros ¿qué? ¿3 años?) te tengo que pedir que me cuentes un cuento.